Con intención de cubrir el vacío que deja el
antiguo Ecce Homo tras adaptarse al paso de misterio del lavatorio de Pilatos,
se encargará a Luis Salmerón en el año 1996 una nueva talla de la misma
advocación. Esta imagen de vestir esta trabajada de cintura para arriba, así
como sus piernas. De modelado rotundo destaca por una anatomía bastante
marcada. Su rostro resignado y caído, queda enmarcado por un cabello de largos
y gruesos mechones y una barba partida. En su policromía destaca el realismo
con el que se consiguen las heridas de la flagelación y las diversas
contusiones. La imagen se nos muestra coronada de espinas, con la túnica sujeta
a la cintura y el torso desnudo mostrando las heridas del flagelo, y maniatado
mientras sostiene la caña entre sus manos. Es característica la factura del
autor en otros cristos, de rasgos faciales similares: rostros algo alargados,
de largos cabellos castaños y ojos claros delineados por una sombra oscura.
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